viernes, 12 de marzo de 2010

Sueños en miniatura

Podría resumirlo todo en un GRACIAS, así en mayúsculas, pero sabeis que no es mi estilo.


Apuré el último trago de cerveza y me coloqué la flor en el pelo. Pinté mis labios de un rojo imborrable, o al menos eso dicen en los anuncios. "Se la puedes comer a todo un equipo de waterpolo en la piscina y será lo único que no se corra". Este tipo de gilipolleces me hacen sentir segura.

Fuí a Tribunal a encontrarme con Cris que apareció con su sonrisa por bandera y pensé , mientras se acercaba, "yo quiero una dentista como ésta, con batita blanca y mascarilla, y no al cabrón que tengo, que escatima en anestesia".

Mezclamos las palabras con vodka (ella), cerveza (yo) y empedrado de Malasaña. Al mirarla me di cuenta de que me llevaba 10 años de ventaja, pero a la inversa. Cuando se calzó los tacones recordé exactamente cómo sonaban los míos por este mismo Madrid, tan distinto.

Enfilamos para el buko a saldar todas las cuentas pendientes de una y al entrar tuve esa extraña sensación de déjà vu. Me habían hablado tanto sobre este bar que tuve la impresión de volver, a un lugar que nunca había pisado.

Desde que cruzamos la puerta, Cris se afanó en presentarme a un montón de gente que no recordé más allá de la tercera cerveza y a otros que perdurarán en mi memoria selectiva dentro de unos años. Le puse voz a Gsus, y fue como darle la última vuelta de tuerca a sus poemas. Le puse cara a a Inés, y sonreí también por dentro, al reconocer sus pecas.

Pedí un par de cervezas mientras el local se llenaba de gente. En el aire flotaban el humo de los cigarros y un par de comentarios sobre el culo de Escandar, que no tardó en aparecer cargado de papeles y sonrisas. Y al verle pensé "Tiene los ojos muy grandes y muy vivos". Si te observaba mucho rato sentías que no podías ocultarle nada, aunque puede que sea porque ya conoce secretos en forma de verso.

Las rubias me robaban los nervios en nuestro particular boca a boca mientras hablaba con gente de cuyo nombre no lograba acordarme aunque tenía grabados fragmentos de sus poemas por debajo de la piel. Y todos iban pasando por un metro cuadrado de madera y de sueños. Miré a mi alrededor y vi en los ojos de aquella gente que aún queda magia, más allá de un simple truco.

Cuando había perdido la cuenta de los botellines que llevaba, subió Escan y por cómo me miraba sabía que me llamaba a filas. Me presentó recordando la primera vez que me leyó y sentí que el orgullo y la vergüenza escalaban a partes iguales por mi columna. Leí Esquinas, demasiado deprisa, con los ojos fijos en el papel, que según dicen no tembló en mis manos. En Punto G levanté la vista recordando a la golfa / pelirroja / con piercing en la lengua y sonreí al encontrar a Cris. Me hubiese encantado tener huevos para recitar de memoria el poema que le dediqué hace tiempo, pero no tenía claro si me faltaba o me sobraba una birra para hacerlo. Cerré con Bulimia Emocional, algo atragantada y al bajar ella me recibió con su sonrisa y un abrazo, y mi hermano con un beso y carita de sorpresa.

Luego subió ella y empezó a leer su jodido jazz y supe que Nueva Orleans se había mudado a su ombligo y que la ciclogénesis anunciada para esa noche, se hacía explosiva entre sus piernas, que no distan tanto del cielo.

Hablé horas con Tetsuo sobre las cosas pequeñitas que mueven el mundo, sobre mi absurda teoría de las esdrújulas, sobre lo bonita que es la palabra "aliñado". Hacía preguntas incómodas y yo no daba respuestas al uso. Hacía tiempo que no hablaba así en un bar que no estuviese cerrando. O cerrado.

Hablé con Escandar poco tiempo (o me supo a poco), de mis flirteos con Madrid y de Carlos Salem; se nos llenaba la boca de piropos y los ojitos de sonrisas.

De Julen y Garzi me sorprendió su carita de críos y me hizo pensar si alguno de los niñatos que puebla mi autobús tendrá la mitad de riqueza interior y de ganas de comerse el mundo.

Cuando Inés cerró el bukowski mientras yo le daba las gracias, un poco perjudicada ya, Barbietútica y Etíliko fueron mis acompañantes. Terminamos la noche en el Ya'sta, que es un antro, pero está a dos portales del sofá de mi hermano.

Dormí un par de horas antes de coger el tren de vuelta. No tuve ningún sueño.

Quizá porque llevaba toda la noche soñando despierta.

2 comentarios:

  1. Me alegro que te lo hayas pasado tan bien. Leyendo esta entrada me entran ganas de conocer gente tan diferente y, según parece, valiosa a su manera. Al menos marcáis la diferencia. Un saludo ;).

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  2. Suena fantástico, la verdad. Parecida a algunas de mis noches por Coruña o Santiago jejje. Pero, Marid es una asignatura pendiente, aunque no conozca a nadie por allí jejeje. Una manera de narrarlo preciosa, muchos biquiños :P.

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