viernes, 26 de marzo de 2010

Sumideros


Hay días,
como aquel,
que pienso en vomitarlos,
pero me da tanta vergüenza.
Y me pregunto si tendrán fondo
mis sumideros
y si serán mis dedos,
o serán otros dedos,
los que provoquen la arcada que desencadene
todo lo demás.

Sé que todos los abismos son oscuros, gélidos
y apestan.

TODOS.

Pero me avergüenza tanto
que alguien se asome a mis precipicios
y pueda oler la esencia
de lo descompuesto.

Y habrá un mañana,
quizá mañana mismo,
en que trague tu saliva
para aplacar el dolor de las palabras
que busco en diccionarios nunca escritos.
Esas que no pronuncio nunca en voz alta,
sólo bajito frente al espejo,
porque me dan miedo.
Si me avergüenza mirarme
a los ojos en esos momentos,
¿cómo voy a forzar a alguien a abrir la caja de los truenos?

Y soportar la tormenta.

Y lo intento
y no puedo.

A veces soy la histérica del avión
deseando que alguien me abofetee
y otras veces quiero ser
el comandante de este vuelo
cargado de explosivos.

Pienso que debería desnudarme
de piel y huesos
pero me sonroja tanto
la vergüenza que siento
por todos mis borrones de tinta.
Maquillo mis rojeces
de versos y rímel
negro.

Y bajo el listón del 110%

Y atiendo a razones
y llamo al deseo.

Y creo en lo que sientes.

Y crees en lo que siento.

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