miércoles, 26 de mayo de 2010

Días de Circo





Días de circo,
con la sonrisa equilibrista
en la cuerda de mis labios
luchando por no emprender
su vuelo kamikaze hacia el vacío.

Coserme en la solapa,
una a una,
cada lágrima, como lentejuelas
y salir a la pista central
olvidando todos los malabares
que mantenían a mis sueños
a salvo de la gravedad.

Buscar en mi lengua
el chasquido exacto de látigo
para que no me alcancen las fieras...
pero hoy, han de roerme
hasta el hueso.

Liarme los posos del café
y fumarme los pronósticos de tristeza
para anclarlos al pulmón.
Enterrar en mimbre,
todas las serpientes de humo,
que no consigo domesticar.

Enmudecer ante el micro.

Sentirme pequeña y desnuda
bajo la carpa binaria.

Días de circo,
con restos de desengaño en las pestañas.
Quitarme la pintura de payasa
y la siguiente

y siguiente

y siguiente máscara


hasta asumir el desarraigo
ante el espejo.

jueves, 20 de mayo de 2010



A mi hija cuando nació.
Porque al instinto matenal le precede un sentimiento de extrañeza y vértigo.




Te mezo en mis brazos
como una prolongación de mis miedos
como un arma de futuro esperando munición

Nunca pensé que mi corazón
cupiese en un puño
tan
pequeño.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Reportera de Guerra

De niña
quería ser reportera de guerra,
hasta que en una fiesta de cumpleaños
un globo
me reventó los sueños y despertó
mi pánico a los estallidos.

Ahora, que soy mayor,
a veces escribo poemas
de amor y pienso
que no he renunciado a mi sueño,
sólo he cambiado el campo de batalla.

lunes, 17 de mayo de 2010

Amor de Gato

No te quiero perro fiel
Te quiero gato
Que me rehuya a veces las caricias
O las busque saltando a mi regazo
Pero nunca las acepte indiferente.

No te quiero perro fiel
Te quiero gato
Que relativice mis problemas
Haciéndomelos ver desde un tejado
Y no que me los muestre entre los dientes
Conteniendo el ladrido

No te quiero perro fiel
Te quiero gato
Que me espíe los poemas paseando por mis hombros
Y los desgarre a zarpazos
Que no me los babee de cumplidos.

No te quiero perro fiel
Te quiero gato
Sin collares, ni correas,
Salvo alguna que cuelga del cabecero de tu cama

No te quiero perro fiel
Te quiero gato
Que me arañe el corazón
Y en carne viva, poder gritar
¡Mereció la pena!
Porque fuiste frío, o quemabas
Pero nunca
nada
fue templado


(Eso sí, no te confundas
Si te pillo en otra azotea
Te castro
ya sabes que soy muy perra
y castrar es muy de gatos.)

Sea Breve

-Por favor, sea breve- dijo Zozaya. Esa noche llovía con rabia. Como si hubiera alguien ahí arriba limpiando pecados con una manguera a presión.

-Múltiples heridas de arma blanca en pecho y abdomen. Apunta a una pelea de putas por el territorio - El pelo rojo se desparramaba, como otra mancha de sangre que la lluvia no conseguía diluir.

Sacó el móvil del bolsillo y borró uno de los contactos. El agua enturbiaba su pantalla y limpiaba el pintalabios de la chica muerta. Ajustando el cuello de la gabardina murmuró : “A mí no me borras los pecados”

La mancha de carmín de su camisa quedó a salvo de la lluvia.

jueves, 13 de mayo de 2010

La pipa de la paz

Ella estrangulaba un trapo de cocina para verlo chorrear, y fingía que eran sus lágrimas camino del desagüe. Masticaba palabras y las ganas de rozarle cada vez que pasaba a su lado y en una colisión, ni forzada ni forzosa, una de esas palabras se le desprendió de los labios y fue a parar a mitad del pasillo.

Ninguno pareció darse cuenta.

Él ideaba también disculpas en su cabeza para luego reducirlas con las arrugas de su ceño fruncido, y se posaban sobre los muebles del salón como una fina capa de polvo.
Y al verla jugarse la dignidad frente a un bote de espárragos sin poder pedir ayuda,
se le enredó una sonrisa en la funda del sofá y le soñó un beso en la nuca que se esfumó entre los cojines.

Por la mañana, ella sin abrir los ojos abrazó su ausencia en la cama. Se arrepintió de no usar esponja y tuvo que llorar bajo la ducha porque sólo le quedaba escurrirse
el corazón. Se secó la última lágrima en el quicio de la puerta.

El sol entraba por la ventana hacía rato pero él no se despertó porque no era de día hasta que ella se encaramaba a su espalda, robándole cinco minutos a todos los relojes. Pero se pusó a limpiar y fue el ruido el que lo hizó levantarse, procurando no mirarla de reojo.

Y no tuvieron más que decirse.

Porque él, camino al baño resbaló con la última lágrima y se dió de bruces con la palabra de disculpa huída de unos labios rojos.

Y a ella, mientras sacudía los cojines, le sorprendió un beso en la nuca, y al girarse descubrió corazones y diculpas y sonrisas que volaban entre las motas de polvo.

Se acercaron e hicieron lo único que podían hacer: desprenderse de la rabia como ropa, a caricias.

Después se fumaron la pipa de la paz.

miércoles, 12 de mayo de 2010

El Manuscrito de Dios (Juan Ramón Biedma)

Hoy llueve con rabia. Como si realmente ahí arriba hubiese alguien y quisiera limpiarnos los pecados con una manguera a presión. Después de tantear la situación durante un rato, decido salir a la cafetería aunque me juegue media mañana con ropa mojada. Porque no tengo ganas de hacer llamadas a clientes descontentos, porque no he desayunado y ¿por qué no admitirlo?, me encanta el ruido de mis tacones bailando con los charcos.

Isabel, la dueña del local, con su cara redonda de sonrisa perenne, está haciendo cuentas para algún proveedor. Siempre me ha recordado a las misioneras que nos daban charlas sobre proyectos humanitarios en el colegio de monjas. Cuando termina de revisar albaranes de pedido se me acerca y me dice: "¿Has visto alguna vez el infierno?". No cambia su expresión risueña.

Yo no puedo contestar otra cosa que "¿perdona?" mientras aprieto mi bolso contra el costado. Ella repite impasible "¿Que si has visto alguna vez el infierno?" He debido hacer un gesto negativo con la cabeza porque prosigue "Pues mira, es esto de ahí fuera... o al menos se le parece".

No puedo evitar mirar su antebrazo mientras le pido lo de siempre sonriendo como nunca. Me voy a la mesa y saco el libro del bolso: "El Manuscrito de Dios" de Juan Ramón Biedma. Me río en silencio en mi mesa y pienso que nunca volveré a mirar igual a la misionera de sonrisa perenne. Cada vez que le duela el brazo no pensaré en la tendinitis crónica que compartimos, si no en un pantáculo invertido tatuándose.

(Y en Kansas City y su edificio de telefónica, que fue un breve y dulce infierno. )



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Esto me ha ocurrido hace un rato y me ha hecho pensar en que las coincidencias no existen, y que debo inaugurar a la voz de ya una sección de recomendaciones. Creo que la voy a llamar "Que conste que no es peloteo" XD