miércoles, 17 de marzo de 2010

Historia de (des)amor: El labrador y la Tierra

Una vez me enamoré de un pez. Boqueaba y se retorcía en mi pecho y yo pensé que eran los mejores besos de amor que jamás me habían dado. Lo quise tanto que lo asfixie en mis fangos.

Una sola vez me enamoré de una lombriz. Ciega reptaba por mi cuerpo con la sabiduría del que siente y cree, sin necesidad de ver. Y la quise tanto que la deje hacer hasta que me dejó hueca por dentro. Y se alimentó de los restos del pez y mordió el mismo centro de mi pecho. Y lloré tanto que la ahogué en mis fangos.

Y dos veces me enamoré de ti. Una el día que llegaste y no huiste al ver este campo de tierra yerma. Cuando te calzaste las botas de labrador y limpiaste de barro las comisuras de mis labios. Y te quise tanto que te arranqué una pepita del corazón y anidó en mi vientre.

Y volví a enamorarme el día que brotó la primera brizna de hierba.

2 comentarios:

  1. Palabras muy acertadas para reflejar algo así. El amor se cultiva día tras día. A veces, incluso las tierras más baldías pueden recuperar su esplendor. Pero todo depende de la perseverancia, el cariño... Un saludo.

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  2. Todos nos hemos enamorado alguna vez y esa manera de describirlo es genial. Una de mis experiencias personales, con un caracol, que recorrió con sus babas mi cuerpo, hasta que resbaló y se fue con una vaca rosa. Excelente entrada :P.

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