martes, 16 de febrero de 2010

De hoteles y tequieros

Voy a aprovechar este nuevo blog para recuperar algunos relatos que escribí hace tiempo. Para ser sinceros, estoy con la mudanza y a tope con reuniones de trabajo, no doy pa' más, al menos esta semana.



Nunca me han gustado las habitaciones de hotel, tan vacías e impersonales. Tan mudas que tus propios ruidos se te antojan extraños. Por eso me gusta tenerla aquí. Me gusta que el baño se llene de frutas exóticas cada vez que se ducha. Cada azulejo se impregna del olor de su pelo. Adorna la moqueta con sus pies descalzos y resuenan esos pequeños pasos tan cálidos, tan familiares.

Mírala, con su improvisado vestido de toalla. La misma que meterá en la maleta que deshace, cuando yo no mire. Canturrea algo mientras invade cada rincón con cosas que permanecerán allí hasta que volvamos a casa.

Se mete en el baño pero deja la puerta abierta y puedo verla en el espejo del armario. Me siento al borde la cama y la miro. Me encanta observarla cuando cree que está sola. Escudriña su reflejo como el que mira a un extraño. Entorna los ojos, arruga la nariz y parece que le gusta el resultado de tan concienzudo examen, porque sonríe.

Deja caer la toalla y sopesa sus pechos un segundo. Vuelve a arrugar la nariz. Se da media vuelta y apoya un pie en la bañera para embadurnarse en crema de esa que huele tan bien. Mis sábanas huelen así durante días si una noche duerme a mi lado.

Creo que sabe que la miro, o al menos le gustaría que lo hiciera. Conozco este ritual y hace rato que se habría puesto las bragas de no ser así. En cambio sigue ofreciendo su cuerpo a estos ojos cansados y tristes.

Tiene 53 lunares en la espalda (una vez los conté) y unas piernas más largas que una condena en el infierno. Me haría cristiano sólo para pecar con ella. Sale desnuda del baño y se sienta a horcajadas sobre mí.


- Guapa - La quiero, y lo sabe, por eso quizá no se lo digo tanto como quisiera. Me dedica unos ojitos de esos que ponen el corazón blandito.

Nos amamos despacio, en silencio. Y cuando se tumba a mi lado pongo nombre a las constelaciones de estrellas que plagan su espalda.

- Guapa - Te quiero.

- Es que con unos ojos tan bonitos no se puede ver nada feo – Me quiere.

Y su olor se enreda en mi cabeza atando todos los recuerdos con un nudo de doble lazo. Y tengo la certeza de que jamás podré olvidarla.

3 comentarios:

  1. Es...decir calquier cosa estropearía el clímax alcanzado. GENIAL^^

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  2. Así es, se nota que hay talento. Buenas descripciones, que consiguen meterte en escena, y una resolución magistral para describir un sentimiento tan difícil de explicar. Bravo.

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  3. Lo que se nota es que paso demasiado tiempo en habitaciones vacías de hotel, donde te dejan las ausencias sobre la mesita de noche, entre el chocolate y la guía de la ciudad.

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