jueves, 13 de mayo de 2010

La pipa de la paz

Ella estrangulaba un trapo de cocina para verlo chorrear, y fingía que eran sus lágrimas camino del desagüe. Masticaba palabras y las ganas de rozarle cada vez que pasaba a su lado y en una colisión, ni forzada ni forzosa, una de esas palabras se le desprendió de los labios y fue a parar a mitad del pasillo.

Ninguno pareció darse cuenta.

Él ideaba también disculpas en su cabeza para luego reducirlas con las arrugas de su ceño fruncido, y se posaban sobre los muebles del salón como una fina capa de polvo.
Y al verla jugarse la dignidad frente a un bote de espárragos sin poder pedir ayuda,
se le enredó una sonrisa en la funda del sofá y le soñó un beso en la nuca que se esfumó entre los cojines.

Por la mañana, ella sin abrir los ojos abrazó su ausencia en la cama. Se arrepintió de no usar esponja y tuvo que llorar bajo la ducha porque sólo le quedaba escurrirse
el corazón. Se secó la última lágrima en el quicio de la puerta.

El sol entraba por la ventana hacía rato pero él no se despertó porque no era de día hasta que ella se encaramaba a su espalda, robándole cinco minutos a todos los relojes. Pero se pusó a limpiar y fue el ruido el que lo hizó levantarse, procurando no mirarla de reojo.

Y no tuvieron más que decirse.

Porque él, camino al baño resbaló con la última lágrima y se dió de bruces con la palabra de disculpa huída de unos labios rojos.

Y a ella, mientras sacudía los cojines, le sorprendió un beso en la nuca, y al girarse descubrió corazones y diculpas y sonrisas que volaban entre las motas de polvo.

Se acercaron e hicieron lo único que podían hacer: desprenderse de la rabia como ropa, a caricias.

Después se fumaron la pipa de la paz.

1 comentario:

  1. Éste me ha gustado mucho, quizá el que más de todos los que te he leído. El motivo no lo tengo tan claro, jaja. Excelente poema. Del enfado a la disculpa, con un buen final, como tiene que ser. Sigue así.

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